jueves, 10 de noviembre de 2011

Don Carlo en el São Carlos de Lisboa

El pasado 12 de Octubre asistí a una de mis óperas favoritas de Verdi (y en consecuencia, de mis favoritas en general), Don Carlo. Es una pena que la versión de cuatro actos sea la más representada y la más grabada, porque cortarle el acto de Fontainebleu me parece una crueldad. Esta función no fue excepción a la regla, empezando la acción directamente en el convento de Yuste.

Comentemos. En primer lugar, estaba sentada en un sitio fantástico (¡¡3ª fila!!), y la verdad es que se disfruta muchísimo más cuando puedes ver al director, a la orquesta y a cada gesto o expresión que hagan los cantantes. Aunque para el desastre y la atrocidad completos que fue la escenografía, a veces uno deseaba estar en el gallinero. Pero de eso ya hablaré más adelante. La orquesta y la dirección eran bastante buenas, intensísimas (a veces pegaban unos zambombazos que te dejaban patitieso), con una lectura muy dinámica y fluida, a veces violenta, otras puramente lírica. A mí me satisfizo plenamente, creo que para el teatro en cuestión no se puede pedir más. El solo de violonchelo en el principio del III acto fue precioso. Martin André de vez en cuando indicaba verbalmente los ataques o cantaba la primera palabra del recitativo, cosa que jamás había visto pero me pareció bonito, se le veía ultra-implicado y que le apasionaba verdaderamente lo que estaba dirigiendo. He leído por ahí que esas indicaciones han molestado mucho a la gente… En fin, hay muchos snobs en este mundo operístico.

Cuanto a los cantantes, el nivel general era bastante bueno (una vez más, matizo, para lo que se puede esperar de un teatro como el São Carlos y para lo que hay actualmente). Giancarlo Monsalve sustituyó a Fabio Sartori en la interpretación de Don Carlo, y ¡bendita sustitución! Al segundo lo había escuchado en YouTube y me había desanimado bastante con su timbre más bien desagradable y su absoluta falta de expresividad, por no mencionar que a su lado Pavarotti es esbelto (vale, ya sé que el físico de los cantantes no debe ser importante y blablablá, pero eso sólo se aplica a los dioses de la lírica, y ver a un tonel representando Don Carlos te deja bastante desalentado). Giancarlo Monsalve me ha agradado bastante. Sí, tiene que mejorar su técnica, su registro medio no es muy homogéneo, en ocasiones la voz le sale engolada y a veces mostraba una vena verista un poco exagerada, pero joé, yo le veo con madera de lírico-spinto, tesitura que nos hace mucha falta hoy día.  Sus agudos son claros, preciosos y los da sin esfuerzo aparente, tiene brío, energía, una presencia carismática y buena planta, además de un timbre muy agradable e interesante. Todavía es joven, creo que si pule sus imperfecciones puede llegar a ser un excelente cantante en el futuro. Me he quedado con curiosidad de verle en papeles más veristas (Turiddu o Cavaradossi) o en un Don José, seguro que en ese repertorio estará todavía más cómodo. El hecho de que sea guapetón tampoco le perjudica nada (jijiji). El papel de Don Carlos es muy ingrato (no sólo vocalmente), y los intérpretes caen muy fácilmente en un patetismo exagerado y memo (a ver quién es el valiente que puede decir “Ne un sol, un sol detto pel’ meschino ch’esul sen va” y “Pietà, soffro sì tanto, pietà” sin parecer un huevazos). El escenógrafo tampoco ha ayudado en NADA: poner a Don Carlo cortándose las muñecas con un trozo de cerámica y abriéndose la camisa contribuye a esa exageración verista de la que hablaba y que está totalmente fuera de lugar en Verdi.

Por hablar en excesos expresivos: El Posa de Dmitri Platanias ha sido todo menos sobre-actuado. O quitando el “sobre”. El buen señor ha estado en el escenario como un palo, sin moverse o hacer el más mínimo gesto, la más mínima expresión. Que sea un mal actor ya es una pega, pero esa falta de expresividad también ha ocurrido en el canto. Qué fraseo más monótono, más plano. Sin un matiz, un énfasis, una mínima inflexión. Su timbre hasta era agradable y tenía una proyección estupenda, cantaba aparentemente sin esfuerzo alguno, con una extensión muy homogénea y un buen control del fiato. Pero esa inexpresividad le ha perjudicado mucho. Vamos, un Posa más bien soporífero (y mira que me gusta a mí este personaje).

La sorpresa más agradable de la noche fue Enrico Iori (Felipe II). ¡Qué pedazo de bajo! ¡Qué timbre más precioso, qué control de emisión, qué elegancia de fraseo! Su “Ella giammai m’amò” fue conmovedor. Su Felipe II fue como debe ser este personaje: contenido, temible, autoritario, atormentado. Espero verle en más ocasiones. Al final de la función le pedí que me firmase el programa (sí, soy así de friki) y estuve comentando la función con él: además de ser un gran cantante es simpatiquísimo y humilde. A ver si puedo ir a la Norma del Regio di Torino, donde cantará Oroveso.
Enkelejda Shkosa también me gustó mucho como Princesa de Éboli. Mejor en “O don fatale” que “Nei giardin’ del bello”. En muchas ocasiones le faltaban los graves (no es lo que llamo una “mezzo gorda” como Verrett o Cossotto) y tiene que mejorar el control de la respiración, pero actúa, tiene una presencia muy simpática y un timbre bastante bonito. Una vez más, el escenógrafo dificultó el trabajo interpretativo de los cantantes, vistiéndola con un traje y chaqueta ajustadísimos en la escena de la confesión a la reina que antecede el “O don fatale”. La pobre señora las pasó canutas para agacharse, “desmelenarse” y representar el desespero y el pathos que ese momento requiere.
Curiosamente, aquella en quien deposité mayores expectativas fue la que menos me gustó. Elisabete Matos, puede cantar en todos los Mets que quiera y hacer delirar a los yanquis, pero el papel de Elisabetta di Valois ya no es para ella (o acaso nunca lo fue). Ya me habían avisado que era bastante bastorra, pero su falta de sutileza y de dulzura en la construcción del personaje me decepcionó bastante. Para interpretar a Elisabetta es necesario ser contenida, sobria, etérea, noble, lo que entra en contradicción con pegar unos gritos de echar para atrás. Sus agudos son potentes, pero muy metálicos y a veces llegaban a ser desagradables. Quizá sea mejor de Abigaille o de Lady Macbeth. En este papel no me ha convencido nada. Además parecía la abuela de Giancarlo Monsalve, lo que era bastante risible en las escenas de amor. Claro está que, como nacional que era, fue la más aplaudida y ovacionada por el público. Por cierto, nunca había visto un público más soso y mezquino en mi vida, y mira que en algunas funciones que he asistido en un cierto teatro muy famoso la calidad artística era bastante más baja que en este Don Carlo (como en el Don Carlo del 2008 o la Tosca de la temporada anterior, por ejemplo) y el público había sido mucho más generoso. No sé si no conocían la ópera, estaban indignados con la puesta en escena y se lo han hecho pagar a los artistas, o qué ha pasado, pero apenas han aplaudido entre escenas.
El coro fue bueno, y el Abad de la primera escena también inesperadamente bueno (normalmente se comen la nota baja del final).

La puesta en escena era lo que viene siendo habitual en nuestros tiempos: Un listillo que cambió el momento histórico de la acción porque le dio la gana, situándola en los años 50 y añadiéndole detalles ridículos. ¿Qué sentido tenía? Ninguno ¿Aportaba algo a la obra? No. Osciló entre la estupidez absoluta, poniendo a unos niños haciendo de Posa y de Carlos jugando al tenis en la primera escena (lo de los niños parece que se ha convertido en un hábito – véase la susodicha función desastrosa de la Scala en 2008), y el mal gusto más atroz (la escena del auto-de-fe con estética auschwiztiana y el coro vestido de ¿médicos?). Ya he hablado del detallito de poner a Don Carlo cortándose las venas. Pues eso, una porquería.
A pesar de la escenografía demente, la música es tan maravillosa que te hace olvidar el resto. Yo me lo he pasado genial y he disfrutado muchísimo de la función. Si el San Carlos sigue con este nivel seré muy, muy feliz. Pero la próxima vez, que contraten a un escenógrafo que no se crea más genio que el propio compositor, y cuya única ambición sea “innovar” y “romper con los cánones”. Si vamos a la ópera es porque queremos ver la obra de Verdi, no la suya. 

Os dejo algunas fotitos para que admiréis el "gran" trabajo del escenificador, retiradas del álbum "Don Carlo" de Alfredo Rocha. 
Princesa de Éboli o azafata de Ryanair?

Felipe II y el Gran Inquisidor (momento milagro del paralítico)
Don Carlos versión Emo corta-muñecas y el brazo del Marqués de Posa 
Carlos y Posa cuando al Posa le dan un tiro y se pega media hora cantando
Supuestamente el pueblo español indignado y dispuesto a moler a palos a Don Carlo  pero que luego al que quieren pegar es al rey


Una pena no tener las fotos del auto de fé, era lo más tremendo.

3 comentarios:

  1. Ya me gustaria algun auto de fé para este tipo de escenificadores :)
    Pobres cantantes, lo que tienen que aguantar!!!!!

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  2. Ya te digo, no lo he dicho en la entrada por no pasarme demasiado. Los cantantes sufren la dictadura de directores de escena caprichosos y profundamente ignorantes tanto de la historia de las óperas que escenifican como del canto, en cuanto pueden les hacen cantar tumbados.

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  3. http://www.youtube.com/watch?v=fE0JaRp5u98

    Autodafé :)

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