jueves, 5 de enero de 2012

El Don Giovanni scaligero

Qué barbaridad, llevaba más de un mes sin escribir en el blog. Antes de nada, os deseo un buen año, repleto de felices escuchas y funciones operísticas emocionantes. El pasado día 20 de diciembre tuve la oportunidad de ver el Don Giovanni que estrenó la temporada 2011-2012 del Teatro alla Scala. Mucho se ha escrito ya sobre el estreno, y la totalidad de las críticas que he leído oscilaban entre las calificaciones de mediocre a inaceptable (el Corriere della Grisi habla incluso del “Non Giovanni”). No estoy de acuerdo con la mayoría de las críticas, por lo menos no en su totalidad. Concedo que no haya sido una función histórica – existen unas pocas por cada cincuenta años – pero tampoco me parece que haya sido un fiasco.
Cierto, han existido desajustes entre cantantes y orquesta en el principio de algunos números, lo que muestra que Barenboim no ha ensayado mucho con los cantantes. También es verdad que Filianoti es un auténtico desastre y que por poco no chafa la función entera. El Masetto de Štefan Kocán, con su voz entubadísima, tampoco está exento de reproches.
La lectura de Baremboim ha evitado cualquier rutina u ortodoxia, alejándose de la tendencia “barroquizante” que domina hoy día la interpretación mozartiana. Por otras palabras, hace lo que le da la gana, alternando tempi lentísimos, cuasi metafísicos, con ritmos más acelerados de lo usual, exagerando dinámicas, tejiendo frases imponentes. Un abordaje un tanto inusual, que en ocasiones desconcertaba a quien está acostumbrado a interpretaciones más tradicionales. Se le puede objetar esta excesiva matización y alternancia de ritmos, que en su afán de dar vida y expresividad a la partitura en cada nota se puede volver tan plano y huero de significado como la lectura más monótona de la genial página mozartiana. Dicho esto, a mí me agradó y me parece una propuesta a tener en cuenta.
La puesta en escena de Carsen también ha sido muy cuestionada. Muchos le han achacado  falta de originalidad. A mí me parece que su concepción, la idea de convertir el escenario y la función en el teatro de Don Giovanni, dónde él es el amo que maneja la voluntad de los demás personajes como si de sus títeres se tratase, aunque no sea especialmente innovadora (¿desde cuándo todo tiene que ser innovador para ser válido?) tiene algunos momentos en los que funciona muy bien y es de gran efectismo. Por ejemplo, nada más sonar el primer acorde de la obertura, Don Giovanni tira un enorme telón de terciopelo rojo al suelo, mostrando un espejo ondulante que refleja el público del teatro, lo que resulta muy teatral (perdón por la redundancia). O en el final del primer acto, cuando las máscaras se disponen a atacar a Don Giovanni con sus espadas y él, con un gesto, hace que se cierre el telón y desarma a los invitados, subyugándolos. En otros momentos la puesta en escena no es tan eficaz y el escenario tan vacío resulta algo desangelado.


Cuanto a la dirección de actores, no entendí la escena inicial en el cuarto de Donna Anna. Supuestamente, Don Giovanni intenta violarla, y todos los sucesos que se siguen están subordinados a ése intento fallido de estupro. Carsen decidió ignorarlo y mostrarnos a Donna Anna  y a Don Giovanni en la cama, forcejeando, sí, pero en un acto completamente consensual que dista mucho de parecer una violación. Que Donna Anna desease ser poseída por Don  Giovanni me parece una especulación demasiado arriesgada y que contraría todo el argumento de la ópera.
Sin embargo, muy bien la ambigüedad de Donna Elvira ante Don Giovanni, acercándose y alejándose de él continuamente, porque realmente es una mujer dividida entre el amor y la rabia de haberse entregado a un hombre que la seduce y engaña cuando obtiene lo que desea. Aunque no he entendido muy bien cuál era el sentido de los movimientos y la forma de caminar tan anti-natural y robótica de Donna Elvira, si era una imposición del director de escena o si Frittoli tiene que mejorar - y mucho - su lenguaje corporal. No obstante, su Donna Elvira fue lo mejor de la noche. La endiablada “Ah chi mi dice mai” que acompaña la entrada del personaje, con sus respectivas agilidades, saltos de notas y ataques tan incisivos no la resolvió de forma muy brillante. Pero su “Mi tradì quell’alma ingrata” fue verdaderamente mágico. La voz flotaba, etérea, sobre el escenario, fraseó exquisitamente y la orquesta – particularmente el clarinete y la flauta – elevó éste aria a un nivel todavía más alto.


La Zerlina de Anna Prohaska también ha recibido críticas demoledoras, por el metal un tanto desagradable de la voz. Si bien me irritó un poco que hablara en algunos recitativos, cargándose su musicalidad y cadencia – lo que es irreprochable en Mozart – compuso un  “Batti, batti o bel Masetto” y un “Vedrai, carino” muy emocionantes. Esto tiene bastante mérito, una vez que en estas piezas, si las cantantes se pasan una pizca en la cursilería – como cierta Graziella Sciutti, posiblemente la mujer con el timbre más azucarado y relamido de la historia - pueden resultar realmente insoportables.  
De Terfel - cantante que ya ha encarnado al mítico Don Juan - me esperaba una voz más imponente y gruesa, de ésas que retumban por todo el teatro. Tuvo algunos detalles un poco burdos en su interpretación del criado de Don Giovanni y su dicción es un poco deficiente, aunque su actuación resulta cómica y graciosa sin caer en la vulgaridad, como ocurre demasiadas veces con éste personaje.


Por una “subita indisposizione”, Anna Netrebko no cantó ese día, siendo sustituida por la Donna Anna del segundo reparto, Tamar Iveri. Debe ser difícil ser la sustituta de última hora de una “star” que probablemente muchos espectadores tenían como principal razón para asistir al espectáculo. Aunque normalmente no me gusta mucho la soprano rusa – en otra ocasión explicaré porqué – estaba estupenda en el vídeo que vi del estreno y me dio bastante rabia no verla. Era la primera función de Tamar Iveri y se notaba su nerviosismo y falta de coordinación con los demás cantantes, sobretodo en la escena inicial de la “coreografía” en la cama con D’Arcangelo. Construyó una Donna Anna correcta, sin más. En sus esfuerzos para apianar y matizar la voz se le quedaba un poco ahogada, no tenía una proyección ni volumen especialmente potentes ni supo (o pudo) compensar estas faltas con un fraseo delicado, una presencia escénica magnética o con una expresividad sobresaliente. La ausencia de Netrebko le restó mucha brillantez a la función.


Fue también la primera función de Ildebrando D’Arcangelo como Don Giovanni, papel que había sido asegurado por Peter Mattei en las representaciones anteriores. En apariencia, D’Arcangelo tiene el physique du rôle, y por sus orígenes mediterráneas y temperamento cuajaría mejor como el seductor, promiscuo, peligroso y audaz Don Juan. Por desgracia, si bien su planta se adecúa muy bien al personaje, la musicalidad, finura y elegancia del fraseo, ornamentos e inteligencia expresiva quedaron muy por detrás de la interpretación del sueco. Por ejemplo, el “Deh, vieni alla finestra” de D’Arcangelo fue desprovisto de legato, el fraseo entrecortado, el canto no fluía y la maravillosa aria se quedó coja a manos del de Pescara, dejando en evidencia sus insuficiencias vocales e intepretativas con respecto a Mattei, que creó un momento excepcional (como podéis ver aquí).
A pesar de no haber sido una función redonda, siempre es una gozada ver un operón de semejante calibre, de la batuta de uno de los pocos grandes directores del siglo XX que nos quedan, en ése teatro maravilloso y con tantísima tradición e historia(s) como es La Scala. Os dejo con los vídeos del estreno: