viernes, 18 de noviembre de 2011

Ay, Werther…

Bendita sea la funcionalidad de grabar del cacharrito del satélite. Basta ver la programación para la semana, apretar un botón y podemos disfrutar de todas las maravillas que el Mezzo tiene para ofrecernos.
Pues eso, que el otro día vi la función de Werther en el Palacio de la Bastilla, con Rolando Villazón de pobre Werther y Susan Graham de cumplidora Charlotte. La historia trata de esos amores dementemente asexuados que circunstancias externas impiden su realización, que tanto se estilaban en el romanticismo. Werther es un  poeta atormentado que ama a Charlotte, pero Charlotte prometió a su madre cuando ésta estaba en su lecho de muerte que se iba a casar con Albert, y por eso no puede corresponder a Werther (aunque Werther le haga tilín). Encima, se tiene que hacer cargo de sus tropecientos hermanos y es una chica muy virtuosa y con un acentuado sentido del deber, como buena alemana protestante. Esto sólo hace que Werther se enamore más, por su pureza, su inocencia y tal y pascual. Pero Charlotte se casa con Albert, y ante la insistencia de Werther que tienen que estar juntos, le hace prometer que sólo volverán a verse en Navidad. Werther pasa unos meses muy deprimido y cuando va a verla en Navidad apenas confirma que su amor es imposible. Coge una pistola del padre de Charlotte, se marcha a su cuchitril de poeta y va y se pega un tiro. Cuando Charlotte llega a su morada le ve agonizante, le dice que le quiere y le da un beso (¿ya era hora no, maja?) y Werther se tira una pechá de cantar de media hora hasta que se muere del todo. Para colmo, afuera suena el coro de niños cantando “Noël, Noël”.  
No conocía muy bien esta ópera, había escuchado los 2 primeros actos de esa grabación referencial con Kraus y Troyanos pero ya no me acuerdo porqué tuve de dejar de escucharla. Sí señor, la operita tiene unos momentos muy bonitos, desde la obertura, el coro de los niños, las arias de Werther y sobre todo los duetos entre los protagonistas, todo intensísimo. Gracias a Dios no tiene ballets (costumbre aburridísima de las óperas francesas) ni personajes odiosos como las grisettes de Manon. 


Villazón… a ver, el personaje de Goethe ya es patetiquísimo y atormentadísimo y está todo el rato contándonos lo que sufre. Villazón es muy exagerado en su caracterización de Werther – no entiendo porqué la mayor parte de los cantantes actuales veristean todo – si a esto le juntamos que siempre se le ve en un esfuerzo dolorosísimo para cantar y que está siempre en modo tremendo nos quedamos con un patetismo a la enésima potencia.  Dicho esto, no está mal en esta función, aunque las pasa canutas en algunos agudos  (y se le abren). Pero bueno, a mí me parece que tiene una voz agradable y en algunos momentos más introspectivos matiza y tiene detalles muy bonitos.
Susan Graham está impecable en toda la función, tiene un registro muy homogéneo y su contención funciona como antídoto al énfasis de Villazón. Me gustó el hecho de que no pareciese una bobalicona cuando escuchaba a Werther (cosa que ocurre en 95% de los dúos amorosos) pero que tampoco se quedase inerte. Vamos, que no se le puede pedir mucho más a Charlotte, que admitámoslo, es un personaje bastante sosaina.


Otra cosa: Sophie parece realmente una chiquilla inocente, no una matrona vestida de niña. Ludovic Tézier está muy bien de Albert, y cantó a Werther en algunas funciones que se representaron con la versión para barítono (¿) de la ópera. Los niños también son bastante adorables y el padre es un vejete entrañable poco adepto del planeamiento familiar.
La escenificación no tiene en cuenta el contexto histórico de la ópera (para variar) y la sitúa más o menos en los años 50 del siglo XX (creo yo, a juzgar por las bicicletas y los trajes). Aún así, yo hasta la encontré apañada. Entre los actos baja una especie de telón transparente con borradores de poesías (supongo que represente el alma atormentada de Werther). Casi toda la acción trascurre en la entrada de la casa de la numerosa familia de Charlotte, que tiene las paredes y el suelo pintarrajeados y escritos (¿alma atormentada de Werther?). Me gustó especialmente el cromatismo, el juego de las luces, y el uso que dieron al espejo. Los trajes de los niños eran la mar de graciosos y acentuaban la entrañabilidad de los susodichos. El detalle de que Werther estuviese todo el rato con un cuadernito en la mano escribiendo (incluso en el primer dúo con Charlotte) ya lo veo más dudoso. El hecho que el protagonista estuviese presente en todo momento de la ópera escribiendo en una mesa me parece resultón pero no entendí porqué la mesa tenía que estar encima de una roca. ¿Qué pintaba esa roca en el medio de la entrada de la casa de la familia Telerín? Nada. Más bien parecía una solución de última hora para “separar” a Werther de lo que pasaba en el escenario. Podrían habérselo currado más.




Resumiendo, una operita que merece la pena conocer y una función bastante apañadica. Lo siento por la escasez de fotos de esta producción, pero la página del Teatro de la Bastilla no tiene ningunas y Google tampoco está por la labor. 





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